Las Obras Misionales
Pontificias (OMP) son una institución de la Iglesia universal y de cada Iglesia
en particular, encargada de infundir en los católicos, desde la infancia, el
sentido verdaderamente universal y misionero, y de recoger eficazmente los
subsidios para bien de todas las misiones, según las necesidades de cada
una.
Son el instrumento oficial y
principal de todas las Iglesias para la cooperación misionera. "Entre todas las
obras de asistencia intereclesial, las OMP deben ocupar siempre el primer puesto
por dos razones: en primer lugar, porque se dirigen a todos los bautizados, a
todas las comunidades cristianas y se preocupan de las necesidades de todas las
Iglesias de misión: son el seno de la Iglesia, la expresión del sentido católico
y de la comunión universal; en segundo lugar, porque las OMP tienen la finalidad
de cooperar al anuncio del mensaje evangélico, que es el deber prioritario de la
Iglesia" (Est. OMP Cap I N° 8b)
Nacidas de particulares iniciativas carismáticas, las
OMP se han desarrollado con el apoyo de la Santa Sede que, seguidamente, las
hizo organizaciones pontificias para asegurarles mayor eficacia y un carácter
universal.
Las obras Misionales Pontificias son cuatro:
A. PONTIFICIA OBRA DE LA PROPAGACIÓN DE LA FE
"Id por todo el mundo predicando el Evangelio"
La Obra Misional Pontificia de la Propagación de
la Fe tiene como finalidad formar una conciencia católica en los fieles,
capaz de conjugar una plena docilidad al Espíritu con el afán apostólico abierto
a todo el mundo. Coopera también a la preparación de específicos animadores
misioneros que trabajen en las Iglesias particulares, en orden a una adecuada
participación de éstas en la misión universal. Prestará una atención particular
a la formación misionera de los jóvenes así como a la dimensión misionera de la
familia. Entre sus frutos más valiosos se encuentra la creación de la
Jornada Mundial de las Misiones , propuesta por la Sagrada Congregación
de Ritos el 14 de abril de 1926 y fijada para el penúltimo domingo del mes de
octubre.
En nuestro pais, la obra de
la Propagacion de la fe trabaja con los programas de :
- La Juventud Misionera (JUMI)
- La Union de Enfermos Misioneros (UEM)
- La familia Misionera (FAMI)
- Los grupos de laicos Misioneros
- Celebracion del Domingo Mundial de las Misiones (DOMUND)
B. LA INFANCIA Y ADOLESCENCIA MISIONERA

Siendo un Obra Misional
Pontificia que promueve la animación y formación misionera de los niños,
adolescentes y sus educadores, para que cooperen en la evangelización universal,
especialmente de los mismos niños y adolescentes del mundo entero. Tiene sus
estatutos propios. El Papa y todos los obispos la han asumido para toda la
Iglesia.
C. LA OBRA DE SAN PEDRO APÓSTOL
La Obra de San Pedro Apóstol (OSPA) es una Obra Misional
Pontificia que busca sensibilizar a todo el Pueblo de Dios sobre la importancia
del Clero Local en los territorios de Misión, e invitarlo a colaborar
espiritual y materialmente en la formación de los candidatos al sacerdocio y a
la vida consagrada en las Iglesias Misioneras.
La OSPA fue fundada con los
siguientes objetivos:
a) utilizar los recursos
espirituales, especialmente la oración y el sacrificio, para obtener del «Dueño
de la mies que envíe operarios a su mies»[55];
b) sensibilizar al pueblo
cristiano acerca de la necesidad del incremento de las vocaciones y de la
importancia de la formación del clero local en las Iglesias de los Territorios
de Misión, para poder después enviarlos a colaborar en otras Iglesias
hermanas[56];
c) contribuir a la promoción
del clero en las Iglesias de los Territorios de Misión, sirviéndose incluso de
los fondos obtenidos para la creación de becas de estudios, ayudas
para pensiones, cuotas y otras donaciones, haciendo así viable la erección y
desarrollo de numerosos seminarios mayores, propedéuticos y menores, tanto
diocesanos como interdiocesanos;
d) ayudar en la formación de
aspirantes a la vida consagrada en las Iglesias de los Territorios de
Misión.
Todas las ofrendas obtenidas
por la OSPA constituyen el Fondo Universal de Solidaridad de la Obra de San
Pedro Apóstol.
D. LA PONTIFICIA UNIÓN MISIONAL
La Iglesia es «por su propia naturaleza
misionera» el cometido de la PUM es hacer actual y operativa esta
realidad, especialmente entre las personas llamadas por vocación al servicio de
la Iglesia en los ministerios ordenados y en la consagración religiosa y laical
así como entre los misioneros laicos directamente comprometidos en la misión
universal.

La Unión se dirige a todos los
que son llamados a trabajar para que el Pueblo de Dios esté impregnado de
espíritu misionero y de fuerte sensibilidad hacia la cooperación misionera. De
la vitalidad de la PUM depende en gran parte el buen resultado de las otras
Obras Misionales Pontificias: es como «el alma de las demás Obras Misionales
Pontificias»
Para lograr la formación y
sensibilización misionera, la PUM se sirve de métodos adecuados, bien con medios
propios, bien recurriendo a los seminarios menores y mayores, a las
instituciones ya existentes y a las iniciativas ya en marcha, que tienen como
finalidad la formación primaria y permanente del clero y de los
religiosos.
La PUM les ayudará a tomar
conciencia de su responsabilidad respecto a la misión universal de la Iglesia.
Esta es justamente su razón de ser: que profundicen en el conocimiento de la
misión y que potencien su sensibilidad misionera de modo que, también en las
comunidades que les están encomendadas, promuevan una conciencia misionera y un
compromiso eficaz en favor de la misión universal de la
Iglesia.
La propia PUM les estimulará a
encontrar los métodos pastorales más en consonancia con esta finalidad y tratará
de mantener viva su labor apostólica. Para ello se favorecerán también los
intercambios fraternos y los testimonios de solidaridad entre todos los que
trabajan en el apostolado al servicio de la Iglesia en los diferentes
Continentes.
SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS
"En el Corazón de la Iglesia, que es mi
madre, yo seré el AMOR"
El Primero de Octubre, celebramos
el dia de nuestra patrona de las Misiones
Santa Teresa del Niño Jesús nació en la ciudad
francesa de Alençon, el 2 de enero de 1873, sus padres ejemplares eran Luis
Martin y Acelia María Guerin, ambos venerables. Murió en 1897, y en 1925 el Papa
Pío XI la canonizó, y la proclamaría después patrona universal de las misiones.
La llamó «la estrella de mi pontificado», y definió como «un huracán de gloria»
el movimiento universal de afecto y devoción que acompañó a esta joven
carmelita. Proclamada "Doctora de la Iglesia" por el Papa Juan Pablo II el 19 de
Octubre de 1997 (Día de las misiones)
«Siempre he deseado, afirmó en
su autobiografía Teresa de Lisieux, ser una santa, pero, por desgracia, siempre
he constatado, cuando me he parangonado a los santos, que entre ellos y yo hay
la misma diferencia que hay entre una montaña, cuya cima se pierde en el cielo,
y el grano de arena pisoteado por los pies de los que pasan. En vez de
desanimarme, me he dicho: el buen Dios no puede inspirar deseos irrealizables,
por eso puedo, a pesar de mi pequeñez, aspirar a la santidad; llegar a ser más
grande me es imposible, he de soportarme tal y como soy, con todas mis
imperfecciones; sin embargo, quiero buscar el medio de ir al Cielo por un camino
bien derecho, muy breve, un pequeño camino completamente nuevo. Quisiera yo
también encontrar un ascensor para elevarme hasta Jesús, porque soy demasiado
pequeña para subir la dura escalera de la perfección».
Teresa era la última de cinco hermanas - había tenido dos hermanos más, pero
ambos habían fallecido - Tuvo una infancia muy feliz. Sentía gran admiración por
sus padres: «No podría explicar lo mucho que amaba a papá, decía Teresa, todo en
él me suscitaba admiración».
Cuando sólo tenía cinco años, su madre murió, y se truncó bruscamente su
felicidad de la infancia. Desde entonces, pesaría sobre ella una continua sombra
de tristeza, a pesar de que la vida familiar siguió transcurriendo con mucho
amor. Es educada por sus hermanas, especialmente por la segunda; y por su gran
padre, quien supo inculcar una ternura materna y paterna a la vez.
Con él aprendió a amar la
naturaleza, a rezar y a amar y socorrer a los pobres. Cuando tenía nueve años,
su hermana, que era para ella «su segunda mamá», entró como carmelita en el
monasterio de la ciudad. Nuevamente Teresa sufrió mucho, pero, en su
sufrimiento, adquirió la certeza de que ella también estaba llamada al
Carmelo.
Durante su infancia siempre destacó por su gran capacidad para ser «especialmente» consecuente entre las cosas que creía o afirmaba y las decisiones que tomaba en la vida, en cualquier campo. Por ejemplo, si su padre desde lo alto de una escalera le decía: «Apártate, porque si me caigo te aplasto», ella se arrimaba a la escalera porque así, «si mi papá muere no tendré el dolor de verlo morir, sino que moriré con él»; o cuando se preparaba para la confesión, se preguntaba si «debía decir al sacerdote que lo amaba con todo el corazón, puesto que iba a hablar con el Señor, en la persona de él».
Cuando sólo tenía quince años, estaba convencida de su vocación: quería ir al
Carmelo. Pero al ser menor de edad no se lo permitían. Entonces decidió
peregrinar a Roma y pedírselo allí al Papa. Le rogó que le diera permiso para
entrar en el Carmelo; el le dijo: «Entraréis, si Dios lo quiere. Tenía ‹dice
Teresa‹ una expresión tan penetrante y convincente que se me grabó en el
corazón».Durante su infancia siempre destacó por su gran capacidad para ser «especialmente» consecuente entre las cosas que creía o afirmaba y las decisiones que tomaba en la vida, en cualquier campo. Por ejemplo, si su padre desde lo alto de una escalera le decía: «Apártate, porque si me caigo te aplasto», ella se arrimaba a la escalera porque así, «si mi papá muere no tendré el dolor de verlo morir, sino que moriré con él»; o cuando se preparaba para la confesión, se preguntaba si «debía decir al sacerdote que lo amaba con todo el corazón, puesto que iba a hablar con el Señor, en la persona de él».
En el Carmelo vivió dos misterios: la infancia de Jesús y su pasión. Por ello, solicitó llamarse sor Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz. Se ofreció a Dios como su instrumento. Trataba de renunciar a imaginar y pretender que la vida cristiana consistiera en una serie de grandes empresas, y de recorrer de buena gana y con buen ánimo «el camino del niño que se duerme sin miedo en los brazos de su padre».
A los 23 años enfermó de tuberculosis; murió un año más tarde en brazos de sus hermanas del Carmelo. En los últimos tiempos, mantuvo correspondencia con dos padres misioneros, uno de ellos enviado a Canadá, y el otro a China, y les acompañó constantemente con sus oraciones. Por eso, Pío XII quiso asociarla, en 1927, a san Francisco Javier como patrona de las misiones.
SAN FRANCISCO JAVIER
Sacerdote misionero Jesuita en el lejano
Oriente
Fiesta: 3 de diciembre
Fiesta: 3 de diciembre
Nació en el castillo de Javier (Navarra) el año 1506. Cuando estudiaba en París,
se unió al grupo de san Ignacio. Fue ordenado sacerdote en Roma el año 1537, y
se dedicó a obras de caridad. El año 1541 marchó al Oriente. Evangelizó
incansablemente la India y el Japón durante diez años, y convirtió muchos a la
fe. Murió el año 1552 en la isla de Sanchón Sancián, a las puertas de China.
Son pocos los hombres que
tienen el corazón tan grande como para responder a la llamada de Jesucristo e ir
a evangelizar hasta los confines de la tierra. San Francisco Javier es uno de
esos. Con razón ha sido llamado: "El gigante de la historia de las
misiones" y el Papa Pío X lo nombró patrono oficial de las misiones
extranjeras y de todas las obras relacionadas con la propagación de la fe. La
oración del día de su fiesta dice así: "Señor, tú has querido que varias
naciones llegaran al conocimiento de la verdadera religión por medio de la
predicación de San Francisco Javier". El famoso historiador Sir Walter Scott
comentó: "El protestante más rígido y el filósofo más indiferente no pueden
negar que supo reunir el valor y la paciencia de un mártir con el buen sentido,
la decisión, la agilidad mental y la habilidad del mejor negociador que haya ido
nunca en embajada alguna".
Llegó a ser uno de los siete
primeros seguidores de San Ignacio, fundador de los jesuitas, consagrándose al
servicio de Dios en Montmatre, en 1534. Hicieron voto de absoluta pobreza, y
resolvieron ir a Tierra Santa para comenzar desde allí su obra misionera,
poniéndose en todo caso a la total dependencia del Papa. Junto con ellos
recibió la ordenación sacerdotal en Venecia, tres años más tarde, y con ellos
compartió las vicisitudes de la naciente Compañía. Abandonado el proyecto de la
Tierra Santa, emprendieron camino hacia Roma, en donde Francisco colaboró con
Ignacio en la redacción de las Constituciones de la Compañía de Jesús.
Bien dice el Libro del Eclesiástico: "Encontrar un buen amigo es como
encontrarse un gran tesoro".
A las
Misiones
En 1540, San Ignacio envió a
Francisco Javier y a Simón Rodríguez a la India en la primera expedición
misional de la Compañía de Jesús. Para embarcarse, Francisco Javier llegó a
Lisboa hacia fines de junio. Inmediatamente, fue a reunirse con el P. Rodríguez,
quien se ocupaba de asistir e instruir a los enfermos en el hospital donde
vivía. Javier se hospedó también ahí y ambos solían salir a instruir y
catequizar en la ciudad. Pasaban los domingos oyendo confesiones en la corte,
pues el rey Juan III los tenía en gran estima. Esa fue la razón por la que el
P. Rodríguez tuvo que quedarse en Lisboa. También San Francisco Javier se vio
obligado a permanecer ahí ocho meses y, fue por entonces cuando escribió a San
Ignacio: "El rey no está todavía decidido a enviarnos a la India, porque piensa
que aquí podremos servir al Señor tan eficazmente como allí". Pero Dios tenía
otros planes y Francisco Javier partió hacia las misiones el 7 de abril de 1541,
cuando tenía 35 años, el rey le entregó un breve por el que el Papa le nombraba
nuncio apostólico en el oriente. El monarca no pudo conseguir que aceptase más
que un poco de ropa y algunos libros. Tampoco quiso Javier llevar consigo a
ningún criado, alegando que "la mejor manera de alcanzar la verdadera dignidad
es lavar los propios vestidos sin que nadie lo sepa". Con él partieron a la
India el P. Pablo de Camerino, que era italiano, y Francisco Mansilhas, un
portugués que aún no había recibido las órdenes sagradas. En una afectuosa
carta de despedida que el santo escribió a San Ignacio, le decía a propósito de
este último, que poseía "un bagaje de celo, virtud y sencillez, más que de
ciencia extraordinaria".
Su cuerpo se conserva
incorrupto
Uno de los tripulantes del
navío había aconsejado que se llenase de barro el féretro para poder trasladar
más tarde los restos. Diez semanas después, se procedió a abrir la tumba. Al
quitar el barro del rostro, los presentes descubrieron que se conservaba
perfectamente fresco y que no había perdido el color; también el resto del
cuerpo estaba incorrupto y sólo olía a barro. El cuerpo fue trasladado a Malaca,
donde todos salieron a recibirlo con gran gozo, excepto Don Alvaro de Ataide. Al
fin del año, fue trasladado a Goa, donde los médicos comprobaron que se hallaba
incorrupto. Ahí reposa todavía, en la iglesia del Buen Jesús.
Francisco Javier fue canonizado
en 1622, al mismo tiempo que Ignacio de Loyola, Teresa de Avila, Felipe Neri e
Isidro el Labrador.
Diócesis de San Vicente...en misión permanente
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