"VE Y HAZ TU LO MISMO" (Lc. 10,37)
Un saludo en el Señor a todas las personas que leen este mensaje.
como ya es sabido por todos el 11 de febrero se celebra la Jornada Mundial del enfermo, para lo cual el Santo Padre Benedicto XVI, ha tomado a bien que el tema para dicha jornada en este año 2013, lleve como base la frase de la parábola del Samaritano: "Ve y haz tu lo mismo"(Lc 10,29-37); bajo el tema: Hacer el bien al que sufre, y hacer el bien con el propio sufrimiento". La unión de enfermos Misioneros (UEM) como obra de propagación de la fe, celebramos dicha fiesta como la Jornada Mundial Enfermo Misionero.
Por esta razón me dirijo a ustedes queridos hermanos en el Sacerdocio y feligreses, para agradecer todo el trabajo que realizan por nuestros hermanos, de una manera especial por los enfermos y ancianos.
En este año de la fe, el Santo Padre invita a todos los ministros de la Iglesia a tener sentimientos del buen pastor, a facilitar los sacramentos de la reconciliación y de la unción de los enfermos. Este año que estamos celebrando tiene que motivarnos a cada uno a seguir trabajando con esmero y de una manera especial dedicarnos a nuestros enfermos, para que cada encuentro con ellos sea una oportunidad para fortalecer el amor de Dios. Que cada uno aprenda y viva lo que significa "Ve y haz tu lo mismo".
No quiero dejar pasar la oportunidad para agradecer a todas las personas que de una u otra forma colaboran con este trabajo pastoral y dedican su tiempo al cuido de los enfermos y ancianos. Y de manera especial al Secretariado de la Unión de enfermos Misioneros, por todo el trabajo que realiza en cada una de las diócesis.
Dios y María Santísima consuelo de los afligidos, les acompañe siempre.
Pbro. Emilio Alfonso Rivas Ayala
Secretario Nacional de la Unión de enfermos Misioneros.
JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO
HISTORIA
La jornada Mundial del enfermo, fue instituida por el Papa Juan Pablo II en el mes de febrero de 1992. "Deseo comunicarles que he decidido instituir la Jornada Mundial del enfermo, que se celebrará el 11 de febrero de cada año, memoria liturgica de la Virgen de Lourdes. en efecto creo muy oportuno extender a toda la comunidad eclesial una iniciativa que está realizando en algunos paises y regiones, con grandes frutos pastorales". (Beato Juan Pablo II)
PENSAMIENTOS QUE MOTIVO AL PAPA:
La Iglesia que, a ejemplo de Cristo, siempre ha sentido el deber del servicio de los enfermos y de los que sufren como parte integrante de su misión (Dolentium hominum, 1), es consiente de que "en la aceptación amorosa y generosa de toda vida humana, sobre todo si es debil o enferma, la Iglesia vive hoy un momento fundamental de su misión" (Christifideles laici, 38).
OBJETIVOS DE LA JORNADA:
- Sensibilizar al pueblo de Dios y, por consiguiente, a las varias instituciones sanitarias católicas y a la misma sociedad civil, ante la necesidad de asegurar la mejor asistencia posible a los enfermos.
- Ayudar al enfermo a valorar, en el plano humano y sobre todo en el sobrenatural, el sufrimiento.
- Hacer que se comprometan en la pastoral sanitaria de manera especial las diócesis, las comunidades cristianas y las familias religiosas.
- Favorecer el compromiso cada vez mas valioso del voluntariado. Recordar la importancia de la formación espiritual y moral de los agentes sanitarios.
- Hacer que los Sacerdotes diocesanos y regulares, así como cuantos viven y trabajan junto a los que sufren, comprendadn mejor la importancia de la asistencia religiosa a los enfermos.
MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
CON OCASIÓN DE LA XXI JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO
CON OCASIÓN DE LA XXI JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO
«Anda y haz tú lo mismo» (Lc 10,37)
Queridos hermanos y hermanas:
1. El 11 de febrero de 2013, memoria litúrgica de la Bienaventurada Virgen María de Lourdes, en el Santuario mariano de Altötting, se celebrará solemnemente la XXI Jornada Mundial del Enfermo. Esta Jornada representa para todos los enfermos, agentes sanitarios, fieles cristianos y para todas la personas de buena voluntad, «un momento fuerte de oración, participación y ofrecimiento del sufrimiento para el bien de la Iglesia, así como de invitación a todos para que reconozcan en el rostro del hermano enfermo el santo rostro de Cristo que, sufriendo, muriendo y resucitando, realizó la salvación de la humanidad» (Juan Pablo II, Carta por la que se instituía la Jornada Mundial del Enfermo, 13 mayo 1992, 3). En esta ocasión, me siento especialmente cercano a cada uno de vosotros, queridos enfermos, que, en los centros de salud y de asistencia, o también en casa, vivís un difícil momento de prueba a causa de la enfermedad y el sufrimiento. Que lleguen a todos las palabras llenas de aliento pronunciadas por los Padres del Concilio Ecuménico Vaticano II: «No estáis… ni abandonados ni inútiles; sois los llamados por Cristo, su viva y transparente imagen» (Mensaje a los enfermos, a todos los que sufren).
2. Para acompañaros en la peregrinación espiritual que desde Lourdes, lugar y símbolo de esperanza y gracia, nos conduce hacia el Santuario de Altötting, quisiera proponer a vuestra consideración la figura emblemática del Buen Samaritano (cf. Lc 10,25-37). La parábola evangélica narrada por san Lucas forma parte de una serie de imágenes y narraciones extraídas de la vida cotidiana, con las que Jesús nos enseña el amor profundo de Dios por todo ser humano, especialmente cuando experimenta la enfermedad y el dolor. Pero además, con las palabras finales de la parábola del Buen Samaritano, «Anda y haz tú lo mismo» (Lc 10,37), el Señor nos señala cuál es la actitud que todo discípulo suyo ha de tener hacia los demás, especialmente hacia los que están necesitados de atención. Se trata por tanto de extraer del amor infinito de Dios, a través de una intensa relación con él en la oración, la fuerza para vivir cada día como el Buen Samaritano, con una atención concreta hacia quien está herido en el cuerpo y el espíritu, hacia quien pide ayuda, aunque sea un desconocido y no tenga recursos. Esto no sólo vale para los agentes pastorales y sanitarios, sino para todos, también para el mismo enfermo, que puede vivir su propia condición en una perspectiva de fe: «Lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento y huir ante el dolor, sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo, que ha sufrido con amor infinito» (Enc. Spe salvi, 37).
3. Varios Padres de la Iglesia han visto en la figura del Buen Samaritano al mismo Jesús, y en el hombre caído en manos de los ladrones a Adán, a la humanidad perdida y herida por el propio pecado (cf. Orígenes, Homilía sobre el Evangelio de Lucas XXXIV, 1-9; Ambrosio,Comentario al Evangelio de san Lucas, 71-84; Agustín, Sermón 171). Jesús es el Hijo de Dios, que hace presente el amor del Padre, amor fiel, eterno, sin barreras ni límites. Pero Jesús es también aquel que «se despoja» de su «vestidura divina», que se rebaja de su «condición» divina, para asumir la forma humana (Flp 2,6-8) y acercarse al dolor del hombre, hasta bajar a los infiernos, como recitamos en el Credo, y llevar esperanza y luz. Él no retiene con avidez el ser igual a Dios (cf. Flp 6,6), sino que se inclina, lleno de misericordia, sobre el abismo del sufrimiento humano, para derramar el aceite del consuelo y el vino de la esperanza.
4. El Año de la fe que estamos viviendo constituye una ocasión propicia para intensificar la diaconía de la caridad en nuestras comunidades eclesiales, para ser cada uno buen samaritano del otro, del que está a nuestro lado. En este sentido, y para que nos sirvan de ejemplo y de estímulo, quisiera llamar la atención sobre algunas de las muchas figuras que en la historia de la Iglesia han ayudado a las personas enfermas a valorar el sufrimiento desde el punto de vista humano y espiritual. Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz, «experta en la scientia amoris» (Juan Pablo II, Carta ap. Novo Millennio ineunte, 42), supo vivir «en profunda unión a la Pasión de Jesús» la enfermedad que «la llevaría a la muerte en medio de grandes sufrimientos» (Audiencia general, 6 abril 2011). El venerable Luigi Novarese, del que muchos conservan todavía hoy un vivo recuerdo, advirtió de manera particular en el ejercicio de su ministerio la importancia de la oración por y con los enfermos y los que sufren, a los que acompañaba con frecuencia a los santuarios marianos, de modo especial a la gruta de Lourdes. Movido por la caridad hacia el prójimo, Raúl Follereau dedicó su vida al cuidado de las personas afectadas por el morbo de Hansen, hasta en los lugares más remotos del planeta, promoviendo entre otras cosas la Jornada Mundial contra la lepra. La beata Teresa de Calcuta comenzaba siempre el día encontrando a Jesús en la Eucaristía, saliendo después por las calles con el rosario en la mano para encontrar y servir al Señor presente en los que sufren, especialmente en los que «no son queridos, ni amados, ni atendidos». También santa Ana Schäffer de Mindelstetten supo unir de modo ejemplar sus propios sufrimientos a los de Cristo: «La habitación de la enferma se transformó en una celda conventual, y el sufrimiento en servicio misionero… Fortificada por la comunión cotidiana se convirtió en una intercesora infatigable en la oración, y un espejo del amor de Dios para muchas personas en búsqueda de consejo» (Homilía para la canonización, 21 octubre 2012). En el evangelio destaca la figura de la Bienaventurada Virgen María, que siguió al Hijo sufriente hasta el supremo sacrifico en el Gólgota. No perdió nunca la esperanza en la victoria de Dios sobre el mal, el dolor y la muerte, y supo acoger con el mismo abrazo de fe y amor al Hijo de Dios nacido en la gruta de Belén y muerto en la cruz. Su firme confianza en la potencia divina se vio iluminada por la resurrección de Cristo, que ofrece esperanza a quien se encuentra en el sufrimiento y renueva la certeza de la cercanía y el consuelo del Señor.
5. Quisiera por último dirigir una palabra de profundo reconocimiento y de ánimo a las instituciones sanitarias católicas y a la misma sociedad civil, a las diócesis, las comunidades cristianas, las asociaciones de agentes sanitarios y de voluntarios. Que en todos crezca la conciencia de que «en la aceptación amorosa y generosa de toda vida humana, sobre todo si es débil o enferma, la Iglesia vive hoy un momento fundamental de su misión» (Juan Pablo II, Exhort. ap. postsinodalChristifideles laici, 38).
Confío esta XXI Jornada Mundial del Enfermo a la intercesión de la Santísima Virgen María de las Gracias, venerada en Altötting, para que acompañe siempre a la humanidad que sufre, en búsqueda de alivio y de firme esperanza, que ayude a todos los que participan en el apostolado de la misericordia a ser buenos samaritanos para sus hermanos y hermanas que padecen la enfermedad y el sufrimiento, a la vez que imparto de todo corazón la Bendición Apostólica.
Vaticano, 2 de enero de 2013
Benedictus PP XVI
CONSAGRACIÓN DIARIA DEL ENFERMO MISIONERO
crucificandome por la enfermedad y la invalidez,
te ofrezco hoy mi vida y mis sufrimientos,
y todas las penalidades de mi vida, y te pido
que las unas a las que padeciste en tu pasión,
Ofréceselas al Padre Celestial
por la Santificación de los misioneros,
por la multiplicación de las vocaciones apostólicas y
la confesión y acercamiento a Dios de todos los hombres.
Creo, Señor, que el dolor purifica y conduce a la santidad.
Creo que Dios está cerca de aquellos que sufren con el.
Fortalece mi fe y dame la suficiente generosidad y
todo el amor necesario, y cuando el sufrimiento sea más
pesado y las pruebas mas duras,
haz que pueda responderte
con un convencido "hágase tu voluntad"
Amen
"Os pedimos a todos los que sufrís, que nos ayudéis. Precisamente a vosotros que sois débiles, pedimos que seáis una fuente de fuerza para la Iglesia y para la humanidad. [...] Venza vuestro sufrimiento en unión con la cruz de Cristo".
(Beato Juan Pablo II, Salvifici doloris, 31)
Diócesis de San Vicente....en misión permanente
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